Firefox para trabajar, Opera para navegar

La reciente publicación de la versión 3.5 de Firefox ha conseguido que el popular navegador del zorro rojo recupere cierto protagonismo mediático tras los anuncios de Internet Explorer 8, las sucesivas versiones de Google Chrome y el proyecto Unite de Opera. Las mejoras de esta versión, sobre todo en lo referente a rendimiento y estabilidad, son sin duda muy jugosas, pero no son suficientes como para que me plantee cambiar el hecho de que desde hace semanas ya no utilizo Firefox para navegar.

¿Cómo he llegado a esta situación? La culpa la tienen mis apreciadas extensiones de Firefox, uno de los mejores inventos de este navegador y que se han convertido a la vez en su punto fuerte y en una de sus mayores debilidades. Desde que se dotó a Firefox de la capacidad de ampliar sus posibilidades a través de las extensiones, se han creado enormes cantidades de complementos que hacen de todo, desde ayudas a la navegación y mejoras en la búsquedas de información hasta herramientas para la promoción en Internet y de apoyo al desarrollo web.

Gracias a las extensiones que instalo de serie en cualquier Firefox que utilizo (entre 20 y 30 de media), éste pasa de ser un simple navegador web a una completa suite de herramientas de escritorio que se han convertido en imprescindibles para mi trabajo diario. Sin embargo, estas capacidades exigen un precio a cambio: cada extensión instalada hace que Firefox crezca de tamaño, lo que hace que sus necesidades de recursos (sobre todo memoria) también crezcan, que tarde más en iniciarse, que responda más lentamente a la interacción con el usuario y, lo que es peor, que aumente su inestabilidad (recordemos que las extensiones las desarrollan terceros y que la calidad de su código no puede ser revisada por la Fundación Mozilla por evidentes cuestiones de tiempo y coste), bastando a veces que una página web cargue una simple animación en Flash para que se quede colgado o que se cierre directamente.

¿Qué hacer? No iba a renunciar a Firefox ni a sus extensiones, imprescindibles para mí como ya he dicho, pero tampoco podía seguir usándolo para navegar, ya que se había convertido en una experiencia frustrante. La solución más sencilla e inmediata era buscar un sustituto sólo para navegar y no me costó mucho encontrarlo, ya que lo conocía de ocasiones anteriores: Opera. El conocido navegador escandinavo es famoso por su estabilidad, rapidez de respuesta y respeto a los estándares web, además de contar con versiones tanto para Linux como para Windows. Tan sólo necesité unos minutos para pasar mi agenda de marcadores de un navegador a otro utilizando las herramientas incluidas en ambos y empezar a navegar como hacía tiempo que no hacía. Aunque no es de licencia libre, sí que es gratuito y cumple a la perfección su cometido, lo que para mí es más que suficiente.

Sé que es posible crear más de un perfil de usuario en Firefox de forma que cada uno tenga una configuracion diferente del navegador (por ejemplo, una con extensiones y otra sin ninguna), pero en su momento me pareció una solución más complicada y farragosa que simplemente arrancar otro navegador y volver a disfrutar de la web como hacía antes en cuestión de minutos. Esto no quita para que algún día que tenga tiempo intente esta posibilidad y así no tenga que dejar Firefox para lo que es su tarea básica: navegar por la web.

¿Alguien más se ha visto en esta situación o parecida? Espero vuestros comentarios al respecto.

1 comentario en “Firefox para trabajar, Opera para navegar

  1. Pingback: Gestionar varios perfiles de usuario en Firefox | El blog de Activa Sistemas

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