Migraciones a Linux ¿a toda costa y a cualquier precio?

Últimamente están muy de moda las migraciones a Linux. Se están popularizando tanto que es un servicio que aparece en la oferta de numerosas empresas del sector en España y del que cada vez se habla más en medios especializados (yo mismo he tratado el tema en varias ocasiones en este blog). Sin embargo, tengo la impresión de que hay cierto fanatismo en este asunto y que se trata de imponer la idea de que la migración a Linux es la panacea y la solución a todos los problemas informáticos y que el que no lo hace está perdiendo dinero y recursos a espuertas. No estoy en absoluto de acuerdo con estas afirmaciones y lo voy a argumentar en las siguientes líneas.

La medida de la utilidad y validez de un sistema informático es la cantidad de productividad que provoca su uso, entendiendo por productividad la cantidad de trabajo que los usuarios del sistema son capaces de llevar a cabo gracias a su utilización. En esta medida influyen numerosos factores, como la potencia del hardware, la capacidad de la red, los protocolos implantados, las funcionalidades del software y, como no, los tiempos de parada por mantenimiento y otras incidencias (fallos de hardware, virus, etc.).

Así, la migración a un nuevo sistema sólo tiene sentido si éste es capaz de generar una mayor productividad que el sistema actual. En este caso, la inversión a realizar para migrar se amortiza antes a después gracias al aumento de productividad. Si el nuevo sistema va a generar una productividad igual o menor, mejor quedarse como se está y punto.

Esto, que para muchos es una verdad de Perogrullo, es algo que muchos otros ignoran sencillamente porque están cegados por los argumentos clásicos sobre las ventajas de Linux y el Software Libre que sus activistas esgrimimos ante todo el que nos quiera escuchar. Que si tenemos libertad de elección, que si aseguramos la inversión, que si contamos con el código fuente para hacer lo que queramos, etc. Todo ello es cierto y para mí personalmente son ventajas fundamentales, pero que quedan eclipsadas por el FACTOR que decide la  idoneidad de un sistema informático en una situación concreta con unas necesidades específicas: la productividad. Esto es lo que realmente le dice a una entidad, sea pública o privada, si su inversión TIC va ser más o menos útil.

Cuando uno se plantea una migración a Linux, el problema principal son las aplicaciones de usuario. ¿De qué me sirve tener mis macros de Office perfectamente migradas a OpenOffice.org si no tengo a mi disposición las herramientas fundamentales para el desempeño de mi trabajo de forma eficiente y productiva? Para asegurarse de que estas aplicaciones están disponibles, sólo hay tres caminos válidos: contar con una alternativa nativa que resuelva el 100% de las necesidades del usuario (algo muy sencillo en campos como la ofimática o los servicios de Internet), portar la aplicación original a Linux (algo sólo factible si se cuenta con el código fuente, como es el caso de los desarrollos a medida) y desarrollar una nueva aplicación desde cero. Sólo es cuestión de valorar si la inversión necesaria se amortiza con el aumento de productividad previsto por la migración. Habrá quien piense que hay otras posibilidades, como la virtualización, la emulación y otros inventos parecidos, pero en mi opinión se trata de soluciones de bajo rendimiento y/o poca estabilidad, lo que penaliza gravemente la productividad del sistema completo.

Por tanto, si un puesto no se puede migrar al 100% bajo las premisas anteriores, mejor no hacerlo. Esto no implica que si no se pueden migrar el 100% de los puestos no hay que acometer al migración. Al contrario, Linux es excelente en redes heterogéneas y no tiene ningún problema para «hablar con» y «hacerse entender por» otros sistemas operativos. De hecho, esta situación va a ser lo habitual, mientras que las migraciones al 100% van a constituir casos excepcionales. Un ejemplo de cómo acometer estos casos puede ser el realizar migraciones por departamentos, de forma que cada subred sea homogénea (es decir, utilice el mismo sistema operativo en los puestos) y el total sea heterogéneo, contando con Linux en todos los servidores de forma que aseguremos la comunicación entre todos los nodos de la red.

Por supuesto, Linux es tan buen sistema (incluso mejor) como cualquier otro a la hora de implantar un nuevo sistema informático desde cero. Solo se trata de asegurarnos de que no empeoramos la situación por encabezonarnos en migrarnos a Linux (o a cualquier otro sistema).