Lo he intentado, he hecho todo lo que ha estado en mi mano, me he esforzado al máximo por evitarlo, pero el momento ha llegado y no he tenido más remedio que despedirme de mi apreciado Firefox. Sin duda lo voy a echar de menos, pero la situación se ha vuelto insostenible y me he visto obligado a arrojarme a los brazos de Chrome, el navegador de Google. ¿Qué ha pasado para llegar a esto?
Es muy sencillo de explicar. Hasta ahora mi navegador favorito y de uso preferente era Firefox, en su versión para Linux. Lo llevo usando desde la versión 0.2, cuando ni siquiera se llamaba Firefox. Hace mucho tiempo (yo diría que años) que me estaba dando problemas de rendimiento y estabilidad y la navegación web era un verdadero sufrimiento. Puede que en otro tipo de herramienta esto no sea tan importante, pero hoy en día un navegador es fundamental para cualquier usuario en general y sobre todo para un informático en particular. Como he comentado en este blog anteriormente, probé con otros navegadores, pero por diversos motivos siempre volvía a Firefox. Hasta ahora.
A los usuarios de Firefox bajo Windows estas palabras les sorprenderán, ya que dicha versión del navegador del zorro rojo es rápida y estable. Desconozco las razones concretas, pero es una realidad incuestionable que la versión de Firefox para Linux es netamente inferior a la de Windows en las cuestiones tan importantes como el rendimiento y la estabilidad. Firefox bajo Linux es una especie de dinosaurio pesado que no sólo tarda muuucho en iniciarse sino que es muy lento a la hora de mostrar las páginas visitadas. Si a esto le sumamos los constantes cuelgues de todo el navegador (por mucho que diga el equipo de desarrollo que han mejorado en ese sentido) y algún que otro cierre inesperado, más un excesivo consumo medio de recursos del ordenador y el fracaso de las optimizaciones para Firefox que apliqué (reducción de las extensiones instaladas, migración de los marcadores a Delicious, uso de varios perfiles), mi decisión de buscar otro navegador no podía esperar más.
Tampoco es que existan demasiadas alternativas a la altura de las funcionalidades que Firefox ofrece, así que la elección no me ha costado mucho: Google Chrome. Sé que en el pasado no lo veía con buenos ojos, pero desde mi anterior artículo sobre él ha mejorado mucho, tanto en estabilidad como en funcionalidades, así que le he dado una oportunidad. Llevo un par de semanas con él y de momento, aunque echo de menos algunas cosas de Firefox, como la barra de buscadores, la experiencia está siendo muy positiva. De hecho, he vuelto a disfrutar de la navegación web y mi trabajo diario se ha visto afectado positivamente. La migración ha sido tan sencilla que incluso Chrome se ha encargado de importar perfectamente mi perfil de Firefox.
He comprobado que Chrome se comporta exactamente igual en Linux y en Windows, algo que el equipo de Firefox no tiene intención de resolver (incluso lo van a empeorar tras anunciar que la versión 4 para Windows tendrá aceleración por hardware, pero no la de Linux). Si Chrome mantiene el ritmo de crecimiento y evolución actual, pronto no echaré nada de menos de Firefox.
Ya comenté en su momento que la gente de Mozilla se tenía que poner las pilas para no perder la cuota de mercado de la que disfruta Firefox, pero me temo que no quieren enterarse de lo que ya está pasando (de hecho, en las estadísticas de las webs que mantenemos, ya se nota la tendencia descente de Firefox y la ascendente de otros navegadores hasta ahora minoritarios). Ojala hagan algo pronto porque es una pena que un proyecto de software libre tan señero como Firefox se devalúe de esta forma. Yo, por mi parte, me quedo con Chrome.
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